A la defensa del Uruguay profundo

(Por Juan Andrés Pardo)*

Es lindo recorrer, visitar y conocer los pueblos y localidades del interior más profundo del país. En lo personal, es algo que suelo hacer seguido ya que me resulta una actividad interesante desde varios puntos de vista. Por un lado, uno puede conocer los lindos paisajes campestres que hay en Uruguay y si se tiene la chance de charlar con paisanos y lugareños, ello puede resultar una experiencia sumamente enriquecedora.

Hace un tiempo leí el libro “Mitos, leyendas y tradiciones de la Banda Oriental”[1] de Gonzalo Abella que plantea, entre otras cuestiones, el grave problema ocasionado por la avasallante producción de monocultivos y la industria forestal en los últimos tiempos, el efecto que conlleva en nuestros paisajes rurales.

Y cuando hablo de “paisajes rurales” no me refiero solamente a la amenaza natural que ello implica, sino a las restantes dimensiones que hacen a la sustentabilidad, como la económica, con el creciente proceso de emigración de familias del campo a la ciudad[2] o dimensiones socio-culturales con la desigualdad social y consecuente pérdida del patrimonio cultural intangible relacionado con las tradiciones, conocimientos y costumbres, riqueza exclusiva de generaciones que han nacido y vivido siempre en el campo.

¿Cuánto sabemos de las costumbres y tradiciones del medio rural uruguayo?

Creo que sería bueno entender y aprender de la cultura rural de la cual -sobre todo en grandes ciudades- muchos desconocen. El último censo realizado en 2011 indica que solamente el 5% de los habitantes del país viven en el campo, número que ha ido en descenso en las últimas décadas. Resulta paradójico -y contradictorio- que en un país con 80% de territorio rural, exista un alto fenómeno de emigración de las familias rurales a las ciudades y un campo que se vacía en pro de la concentración de tierras en manos de multinacionales y grandes empresarios.

Tenemos mucho que aprender de este sector de la población tantas veces olvidado, entender su amor a la tierra que los ve nacer y que es también la base del desarrollo para sus familias.

Día a día, la ola de ciudadanos que se suman a la defensa de los recursos naturales, va creciendo. Sería bueno también que quienes participan en esas redes, recuerden que hay una población que más allá del bajo porcentaje que representan en la sociedad, hace décadas viene luchando por no desprenderse de sus raíces.

Si por lo menos un poco parte del 95% de la sociedad comienza a conocer y valorar la cultura de una población (bastante más sacrificada que la que vive en zonas urbanas) lograremos una mayor defensa de la permanencia de la gente en el campo y protegeremos a su vez el patrimonio intangible de un paisaje rural en extinción.

La siguiente es una reflexión hecha por un productor rural para el libro antes mencionado, se encuentra en la página 193 y me pareció interesante citarla para finalizar este artículo.

Estas creencias son una tradición de gente que yo respeto mucho. Son mis vecinos. Es gente que quiere al campo, que quiere este paisaje; que sufre cuando ve el estado actual de la campaña. Yo le repito: nunca vi nada sobrenatural, pero los cuentos camperos…yo creo que ayudan a amar el paisaje, a amar lo nuestro, a entenderlo; porque la gente de todos lados se parece, pero los relatos dependen del paisaje, son identidad. Los ecologistas deberían conocer más estas tradiciones y leyendas. No se ría, pero para mí son trincheras. Trincheras de sentimiento, para proteger la naturaleza de aquí. Yo tengo nietos… cuando se mata un paisaje natural es como matar la fantasía que el paisaje sugirió a la gente. Y cuando se mata la memoria después nadie protesta si se mata el paisaje.

*Magister en Dirección y Consultoría Turística -Univ. Europea del Atlántico / Coordinador de Uruguay Alternativo (www.uruguayalternativo.com)

[1] Betusan Ediciones, 7a Edición, 2011.

[2] A manera de ejemplo, vale la pena destacar que cada mil hectáreas de soja sembradas se generan tres puestos de trabajo directos, en tanto que para la misma superficie destinada a la lechería, los empleos generados ascienden a 25.

Nota: las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor.

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